Hacer la declaración de la renta personalmente o contratar los servicios de un asesor fiscal no es una decisión tan diferente de las muchas que tomamos cada día. En las tareas cotidianas de la casa, podemos limpiar nosotros o contratar a alguien, colgar un cuadro, reparar un grifo, colgar una lámpara…. Dependiendo de la tarea y de la persona merecerá la pena o no contratar nuestros servicios.

Por muy fácil que pueda ser hacer una renta, como pueda serlo para un fontanero poner un poco de teflón en un grifo, hay veces que se contrata a un profesional simplemente por la comodidad de no tener que hacerlo, es una decisión perfectamente racional.

Hay veces en que la renta resulta también muy fácil… cuando ya sabes hacerlo. Es el típico ejemplo de un mecánico que regala el trabajo de apretar un tornillo, sólo cobra por saber qué tornillo apretar.

Hay ocasiones que resulta justo al contrario, la complejidad de la declaración de la renta obliga a contratar a un profesional, ahí no hay duda, o se contrata a un profesional o no se puede hacer la renta.

Pero queremos destacar sobre todo aquellos casos en los que por no pagar a un profesional se está perdiendo mucho más dinero al no hacer la declaración correctamente. O se cree erróneamente que se está ahorrando cuando realmente lo que se está haciendo es defraudar, con el riesgo de que Hacienda nos multe ¡sin saber que estábamos en riesgo! Porque somos profesionales y lo hemos visto muchas veces, recomendamos acudir a una asesoría de vez en cuando, para que nos revisen todos los detalles y, si en los años siguientes no tenemos ningún cambio podremos seguir haciéndonos nuestra renta nosotros mismos.